2010
16-09-2002 – La argentina que conquista el cielo : En los años ’90 y hasta 2001 facturó un promedio de US$ 30 millones anuales, con un core business atípico en las clásicas empresas nacionales: se dedica a la tecnología nuclear y produce satélites con una calidad que ameritó una certificación de la Nasa. Por Pablo Píparo Trajes especiales compuestos por barbijos, zapatos aislantes y gorros, para evitar cualquier posibilidad de contaminación en un ambiente esterilizado, forman parte de un vestuario adecuado para entrar en un mundo de alta complejidad, dedicado a la elaboración de equipamiento para laboratorios especializados, la tecnología industrial, productos y servicios para instalaciones nucleares y para centrales nucleoeléctricas avanzadas, además de construcción de satélites. Aunque usted no lo crea, éste no es el escenario de una ultramoderna base de Houston, Texas o de un laboratorio subterráneo situado en un desierto estadounidense. Esta indumentaria es utilizada, en realidad, por algunos de los empleados de la firma Invap, ubicada en Bariloche, provincia de Río Negro. Invap es una sociedad abocada a la investigación aplicada de las primeras letras de cada término deriva su nombre que pertenece al Estado provincial. Funciona desde 1976, aunque sus primeros pasos se remontan a 1971, cuando se inició como un programa dedicado a ese tipo de tareas en el Centro Atómico Bariloche. «La firma arranca en el ’76, con la agilidad necesaria para resolver problemas de la economía real a través de la tecnología», apunta Héctor Otheguy, gerente general de Invap. De 55 años, el ejecutivo se graduó como licenciado en Física a los 23 años, pero tiempo después decidió dar un giro profesional en vista a un nuevo perfil: a los 37 obtuvo un master en Administración de Empresas en la Universidad de Stanford, California, y combinó sus conocimientos científicos con la gestión empresaria. Hoy está a cargo de esta compañía que emplea a 340 personas, de las cuales según el físico 80% son técnicos altamente capacitados y científicos. «Invap tiene el perfil de una consultora. La diferencia es que nosotros entregamos productos terminados», agrega Otheguy a la hora de definir la firma. La era atómica Invap trabaja en la ejecución de proyectos complejos en los que el elemento tecnológico es clave. Otheguy aclara que Invap, que suele trabajar con diversos centros como la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), comenzó en 1980 a exportar tecnología. «Nuestra primer área importante fue la nuclear», destaca. La firma empezó a vender sus productos a centros de investigaciones nucleares y de producción de radioisótopos para uso médico e industrial. Estos radioisótopos (isótopos de un elemento natural que utilizan su radioactividad con distintos usos) están representados por, entre otros, el Cobalto 60, empleado en la lucha contra el cáncer. «También elaboramos otros isótopos, como el Tecnecio 99, que sirve para diagnosticar enfermedades cardiovasculares», puntualiza el gerente general. Esa especialización fue la que la permitió a Invap participar de grandes licitaciones en el ámbito mundial. En la década de los ’90 hubo tres licitaciones internacionales de gran importancia para construir centros de investigaciones nucleares, con valores de algo más de US$ 100 millones. De las tres licitaciones, Invap ganó dos: una en Egipto y otra en Australia. Con respecto a esta última, la empresa firmó en julio de 2000 un contrato con la Organización Australiana de Ciencia y Tecnología Nuclear (Ansto) por US$ 180 millones después de haber competido con Siemens (Alemania), Technicatome (Francia) y AECL (Canadá) para la construcción de un reactor nuclear de investigación y producción de radioisótopos, que se pondrá en funcionamiento en 2006. «En el caso del reactor construido para Egipto, ganamos una licitación de alrededor de US$ 90 millones», señala Otheguy. Según el ejecutivo, el secreto del éxito en la construcción de reactores y producción de radioisótopos radica en que la empresa capitaliza la experiencia de la actividad nuclear de la CNEA, que tiene un alto desarrollo, y la relación que tiene con esta comisión. «Invap es brazo ejecutor y empresario de la actividad nuclear argentina en el mundo, y desarrolla la capacidad de establecer proyectos complejos», define Otheguy. A la vez, la CNEA tiene participación importante en los proyectos de la firma. «Los elementos combustibles de los reactores son desarrollados por esa entidad». La era espacial La economía real mencionada por Otheguy se trasladó al espacio. «Invap es la única empresa de América latina que puede realizar una misión espacial como es la construcción de satélites, desde el concepto de su construcción y diseño, hasta la operación y control durante su vida útil». Este año, desde Bariloche comenzaron a intensificar la campaña internacional y comercial para que el camino recorrido en tecnología nuclear «se repita, capitalizando nuestro prestigio, en tecnología espacial», destaca Otheguy, refiriéndose a las herramientas para ganar en este terreno en el que la empresa ya muestra antecedentes exitosos. «Hay una sinergia muy grande entre lo nuclear y lo espacial. Para ganar la licitación de la construcción del reactor en Australia competimos con compañías de alto nivel. Y debimos compensar algo muy importante: el efecto argentino, una creencia según la cual el país no tendría capacidad tecnológica. Para compensarlo fueron muy importantes dos cosas: la tarea de la Embajada argentina en Australia, a cargo de Néstor Stancanelli, quien resaltó ante ese país cuál es la actividad de la firma, y que además destacó que la actividad nuclear en la Argentina es seria y se toma como política de Estado. Por último, la capacidad en el área espacial de Invap hace que sea la única empresa argentina calificada por la Nasa, lo que se observa con la construcción de los satélites.» Cuando el ejecutivo invoca a los satélites construidos en la ciudad rionegrina se refiere a los SAC-A, SAC-B, SAC-C y Saocom 1, que fueron llevados al espacio por la Nasa, gracias a un acuerdo de cooperación establecido por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). «Los SAC tienen cámaras ópticas, y el Saocom 1 es una nueva generación, basada, además, en la tecnología del radar». Otheguy dice que el valor internacional de venta de un satélite como el SAC-C, que pesa unos 500 kilogramos, oscila entre los US$ 60 a US$ 70 millones. «Elaborarlo implica un trabajo de ingeniería de centenares de científicos y técnicos argentinos. Y se lo vendemos a la Conae a menos de la mitad de ese valor». Esta comisión es la que lleva adelante el Plan Espacial Nacional, con una planificación a 11 años. «Actuamos como su brazo ejecutor», agrega Otheguy. El físico aclara que los satélites SAC (el A se lanzó en diciembre de 1998, el B en 1996, y el C fue puesto en órbita desde Estados Unidos en noviembre de 2000) se utilizan para la observación de la Tierra con objetivos económicos. Monitorean el medio ambiente y pueden anticipar fenómenos meteorológicos. El Saocom 1, por su parte, permite observar las características de un territorio, y posibilita la visión nocturna a través de una capa de nubes. Vale aclarar que en su primer año en órbita el SAC-C tuvo una trayectoria que no necesitó correcciones y tomó 240 imágenes terrestres, desde el centro de Brasil hasta Tierra del Fuego. Cubrió zonas de 90, 360 y 700 kilómetros de ancho y tomó datos de vegetación, hidrografía y fenómenos naturales como incendios e inundaciones. «El Plan Espacial contempla misiones satelitales argentinas para tener información que se necesita en el país», dice Otheguy. «Así se llena un hueco en el que hay una necesidad concreta, ya que esa información no se puede obtener de otros satélites.» Un poder inteligente Otheguy habla del avance en materia científica y tecnológica y también de los números de la empresa. Explica que en la década de los ’90, facturó un promedio que fue de US$ 30 millones por año, y que en los últimos cinco años, 60% de las ventas corresponde a lo que la firma exportó. Cuando se refiere a los satélites vendidos a la Conae, resalta un tema caliente, que denomina «el uso inteligente del poder de compra del Estado. El Estado argentino necesita información y puede obtenerla comprando la que recava otro satélite. Pero, de modo inteligente, contrata a una empresa argentina que construye satélites para lograr esa información, consiguiendo que, además, el know-how de la producción quede en la Argentina». Entonces, el ejecutivo vuelve a la optimización de ese poder de compra que tiene el Estado y se refiere a uno de los proyectos de la firma: el sistema de guardaganado. «Fabricamos una solución a medida. En ganadería, la Argentina tiene un problema muy serio de evasión fiscal. Se estima que 12 millones de cabezas son faenadas por año, y, según las cámaras empresariales, se evaden de US$ 200 a 800 millones por año». En consecuencia, la empresa está desarrollando un sistema para combatir la evasión hecho a medida para la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca y la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip). «Estamos analizando cuál es la solución contractual con el Estado», señala. El sistema está conformado por una propuesta integral: diseño, operación y mantenimiento que podría funcionar en alrededor de un año y medio. En cada uno de los aproximadamente 350 frigoríficos y puntos de faenamiento que hay en el país, la empresa planea tener un sistema electrónico. Se trata de un sistema informático que pesa, fotografía y registra todo lo que sucede en esos establecimientos. Se monitorea on line y en tiempo real. «Si funciona se puede implementar en otras áreas», agrega Otheguy. El ejecutivo gestiona como empresario pero un científico late en él. Por eso, cuando habla del desarrollo tecnológico y las posibilidades que éste puede brindarle a la Argentina, no duda. «No queda otra salida. Se trata de usar el recurso más importante que tiene el país: la materia gris». El átomo polémico En agosto de 2001, después de la entrada en vigencia del contrato por el que Invap construyó el reactor para Australia, los gobiernos de ese país y de la Argentina firmaron un Acuerdo de Cooperación en los Usos Pacíficos de la Energía Nuclear. En octubre de 2001 el Senado aprobó el convenio por unanimidad y ahora está a consideración de la Cámara de Diputados. Varias organizaciones ambientalistas se oponen a este pacto argumentando que, para su cumplimiento, Invap debe traer basura nuclear (elementos combustibles gastados ECG, utilizados en los reactores) al país, lo que viola el artículo 41 de la Constitución Nacional. La empresa rionegrina afirma en un comunicado que la «preocupación de las organizaciones no es la ecología ni el procesamiento de los ECG en la Argentina: su objetivo es que Invap no construya el reactor en Australia, que forma parte del acuerdo. O aun, como lo confiesa abiertamente Greenpeace, la esterilización o desaparición de Invap, única empresa de desarrollo tecnológico nuclear y satelital de Latinoamérica». La firma dice que «para verificar esto sólo hace falta leer la propuesta que hace Greenpeace en su informe sobre Invap de marzo de 2002, en la que se incluye: abandonar los proyectos de desarrollo nuclear a cargo de Invap y transferir a la CNEA sus instalaciones nucleares y técnicas» y «transformar a Invap en un organismo dependiente de la provincia de Río Negro y de la Secretaría para la Tecnología, la Ciencia y la Innovación Tecnológica». Según especialistas, «esta sugerencia haría que Invap deje de ser una empresa, con todo lo que esto implica». Y también argumentan que países desarrollados, como Francia entre otros de Europa, reprocesan sus ECG, «con el objetivo de recuperar y volver a utilizar en otros reactores los elementos energéticamente valiosos que quedan en ellos». La Argentina nuclear A fines de 1949, el presidente Juan Domingo Perón impulsó un proyecto que llevó a la construcción de un importante centro de investigaciones en la Isla Huemul, frente a Bariloche. Este centro fue preparado para el científico austríaco Ronald Richter, cuyo objetivo era lograr la fusión nuclear controlada. En marzo de 1951 Perón anunció en un breve discurso que la Argentina había obtenido la «liberación controlada de la energía atómica». La noticia estalló en el mundo. Pero, tiempo después, varias investigaciones demostraron que los logros de Richter eran falsos. «Los resultados fueron catalogados como risueños», dice Otheguy. «Pueden haber habido errores en el trabajo de Richter. Pero lo importante es que el presidente Perón hizo una apuesta a la energía nuclear para que el país pegue un salto. Más allá de los resultados, las consecuencias fueron positivas porque en Bariloche se le dio empuje a la actividad nuclear argentina.»